Arquitectura en un cerro: Parador-Mirador en Pinohuacho, Chile

(Buenos Aires, 13 de noviembre de 2009). En un rincón de Chile, el estudiante de arquitectura Rodrigo Sheward, ya arquitecto, imagina su obra. Reconversión de un territorio devastado. Cuando una comunidad cuestiona su quehacer desde un territorio devastado por su misma acción, sólo queda salir de ahí o re-hacer en su territorio a partir de un giro en su rubro. Pinohuacho se ubica a 16 kilómetros del poblado más cercano separado por 12 kilómetros de camino de tierra, y a 40 kilómetros de la ciudad más cercana, Villarrica. Si a esto le sumamos que la obra realizada se ubica en la cota más alta de un cerro, distante a 2 kilómetros del último punto donde llega un vehículo y con acceso solo a pie por un sendero de tierra, surgen de inmediato ciertas condicionantes que comienzan a informar el diseño, aparte de otras como el clima y el oficio. No se pierda una impactante Galería de Imágenes.

El territorio

El 31 de diciembre de 1971, cuando hiciera erupción el volcán Villarrica, un alud arrasó con los terrenos ubicados en las cotas más bajas de Pinohuacho, donde se perdieron vidas, viviendas, galpones, ganado y suelo cultivado.

Pero también la misma acción del hombre sobre ese territorio colaboró con devastar lo que no alcanzó a arrasar el alud y la lava, los bosques nativos de mañío, tepa y coigüe principalmente.

Tal panorama hacía prever la extinción del poblado, pues los suelos cultivables se volvieron escasos al igual que la madera para la venta de leña y muebles.

El invierno del año 2005 Miguel Vázquez, hijo de don Pedro, el leñador, comienza a comentarle a su padre sobre la inquietud que tenía respecto de su futuro en Pinohuacho. Miguel, en algunos viajes a Santiago se había topado con revistas que trataban el tema del turismo rural, además con catálogos de productos de tirolesa, escalada y canopy.

Fueron estos viajes y coincidencias lo que permitió que Miguel propusiera a su padre dar un giro al rubro que ellos ejercían en tal lugar, para ahora dedicarse al agroturismo, aprovechar los pocos bosques que quedan para cuidarlos y mostrarlos al turista, implementar en las laderas de un cerro un circuito de canopy, reacondicionar antiguos caminos madereros en senderos para cabalgatas y trekking.

Hoy Miguel Vázquez, junto a su hermano Danilo, son los guías del circuito de canopy y tirolesa que se instalaron en las laderas del cerro y en un coigüe a 50 metros de altura.

Pinohuacho está pasando a ser una comunidad empleadora donde la preocupación por la capacidad que ofrece el territorio que habita está dando valor a suelos que lo estaban perdiendo tanto por razones naturales como por la acción del hombre.

Una descripción del sitio y del origen de la demanda para el diseñador:

– “Una hora caminando por una sinuosa huella que se encumbra por las laderas de un cerro hasta llegar a su cima. Caminando entre bosques de renovales y vestigios de una antigua explotación maderera”.

– “La reconversión de este territorio significó el fin de la tala y la incursión en diversos rubros, todos ellos de subsistencia, como la plantación de papas y avena”.

– “Curioso encontrarse con estas flores violetas coronando las lomas despejadas que definen el límite del antiguo bosque y la superficie para el cultivo”.

– “Qué hace esta arquitectura merodeando este lugar. Buscando la conexión entre reflexión y obra. Intentando definirse un quehacer para el territorio”.

– “El encargo ha sido primero de la Escuela: llevar arquitectura donde no la hay, llegar donde el encargo no espera una respuesta. Darse un espacio que permita dialogar, y para ello gestionar, diseñar y construir. Un camino sin pavimento para un arquitecto que proyecta su Opera Prima”.

– “La obra está compuesta de dos volúmenes distantes 80 metros uno de otro. El uno mira de perfil al Volcán Villarrica, el otro de frente a los lagos Calafquén y Panguipulli”.

– “Una cerca construye el límite a los animales y la arista a los visitantes que acceden a caballo o a pie desde el bosque”.

– “96 piezas de 10 x 120 pulgadas conforman el cuerpo principal, bodega de acopio que permite a estas comunidades duplicar su producción”.

– “En invierno será guarida de los cazadores de jabalí; en verano parador de excursionistas, curiosos y naturalistas”.

La materia

Pinohuacho se ubica a 16 kilómetros del poblado más cercano separado por 12 kilómetros de camino de tierra, y a 40 kilómetros de la ciudad más cercana, Villarrica.

Si a esto le sumamos que la obra realizada se ubica en la cota más alta de un cerro, distante a 2 kilómetros del último punto donde llega un vehículo y con acceso solo a pie por un sendero de tierra, surgen de inmediato ciertas condicionantes que comienzan a informar el diseño, aparte de otras como el clima y el oficio.

En el trabajo de la materia principalmente predominaron las condicionantes del oficio y de la accesibilidad al lugar de la obra.

La condición de pueblo maderero acerca al diseño el oficio, el oficio del leñador, que trabaja en el monte y manipula grandes trozos de madera y la reduce hasta dimensiones que el monte le permite, con herramientas y técnicas que le permiten realizar el menor y más seguro esfuerzo, el oficio del mueblista, que trabaja a pie de monte con trozos pequeños, donde el detalle y la precisión en la unión de las piezas determina la calidad de su trabajo.

Al momento de reflexionar respecto de la materia, surgen interrogantes a partir de las restricciones que ofrece el territorio. Estas restricciones son oportunidades de acercamiento a una obra más honesta y no como pudiese pensarse como falta de oportunidades.

¿Qué materiales tengo disponibles?

¿Qué tipo de materiales puedo trasladar?

¿Cómo manipulo estos materiales?

¿Son materiales dimensionados o dimensionables?, etc.

Este tipo de preguntas y otras comienzan a generar información que permite tomar decisiones que no pasan por caprichos y de esta forma, la obra, se aleja cada vez más de la ambigüedad.

La motosierra, la herramienta base del trabajador forestal, comienza con la tala de algunas de las especies diezmadas, que quedaba en el borde de la antigua área forestal y sus nuevos destinos agropecuarios.

Previo al canteado, la motosierra y un ancha que abre el tronco del coigüe (pellín) para permitir el trabajo de la sierra.

La madera, ya trasformada en paralelepípedos, de varias secciones, “descansan”, esperando la mano del hombre, que los conduzca donde la “imaginación” del diseñador a dispuesto que sea su ubicación espacial.

El camino desde el tronco hasta este canteado fue conducido por el imaginario de Rodrigo, que para ello represento aquello que era virtual en su interior.

La fuerza y la precisión (herencia del oficio)

La manipulación de las piezas hacía de esta obra en particular de alto riesgo, por tratarse de piezas de 400 kilos cada una. En el tema del transporte de las piezas y el montaje, el oficio de leñador mostraba la maestría en la manipulación de piezas mayores, realizando el menor y más seguro esfuerzo para montar piezas de gran tamaño y peso.

El oficio del mueblista determinaba la precisión con que debían perforarse las piezas para su perfecto y seguro montaje, pues una equivocación hacía desplazar en vano piezas de difícil manipulación. Tal maestría aprendida en sus oficios permitió un montaje seguro y con alta precisión y por sobre todo con ahorro de tiempo, pues el volumen demoró seis días en montarse por completo, y la placa mirador, sólo dos días.

Instancias de la construcción del mirador

Placa mirador

La llamada “placa mirador” es una plataforma de madera maciza en base a las gruesas vigas extraídas de los coigües abatidos.

En otras imágenes vimos su trabajo en base a motosierra, usada como una sierra circular portátil, o en un aserradero móvil.

Tres vigas, que parecen tratadas con alguna pintura asfáltica para aumentar su resistencia a la intemperie, y apoyadas sobres pilares también de madera protegida.

El coigüe pellín, al cual hace referencia Rodrigo en sus relatos es una de las especies de Nothofagus, o falsas hayas, que en diversas especies forman parte de nuestros bosques andino patagónicos, como en Chile.

El denominado Pellín, es el Nothofagus dombeyi, también conocido simplemente por Coigüe (o coihue, más común en Argentina).

La placa avanza en su construcción, con un solado configurado por adosado de vigas, y un parapeto de las mismas secciones colocado en forma vertical.

La motosierra como la herramienta “de mano” con la cual se “prolija” el parapeto.

Sobre la placa, el refugio

Una serie de imágenes nos muestran distintas etapas en proceso de construcción del refugio sobre la placa, para configurar el conjunto, esto es el mirador de Pinohuacho.

Nos despedimos con imágenes del mirador de Pinohuacho, que parece ser un lenguaje básico cuando nos referimos a los “objetos”.

Como todo pasaje, con la dialéctica que Copérnico nos indico, el paisaje a veces es “blanco”
Y en la composición de las montañas y los montes nevados, también dibuja su silueta el mirador de Pinohuacho (ver foto).

Fuente: maderadisegno, Revista Digital de Arquitectura en Madera (www.maderadisegno.com.ar).

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