El conflicto de Botnia y su impacto en el sector forestal argentino

Desarrollo Forestal publica íntegramente, y de manera textual, una carta de lectores enviada a la redacción por el ingeniero Gustavo Cetrángolo, ex gerente de la extinta Pecom Forestal y titular de la consultora GC & Asociados (gcetrang@fibertel.com.ar y www.negociosforestales.com.ar), cuyo título completo es “Desarrollo, ambiente y globalización. El conflicto de Botnia y su impacto en el sector forestal argentino”:

Introducción:

Cuando fui llamado por los organizadores de las Jornadas (NdR: por las Jornadas Forestales de Entre Ríos) para preguntarme por los temas que podía sugerir, les comenté que más que temas exclusivamente técnicos, en mi opinión se debería tratar el impacto que ha tenido el conflicto entre Botnia y la ACAG (NdR: Asamblea de Gualeguychú).

Hoy nuestro sector se encuentra divorciado de una parte de la sociedad y no cuenta con influencia política para asegurar su crecimiento.

La autocrítica:

Creo que nos debemos una profunda autocrítica, la cual aún no se ha realizado. Nos estamos engañando. El conflicto entre el sector forestal y la sociedad sigue latente; aparecerá en cualquier momento cuando se repitan condiciones parecidas.

Creo sobre todo que la parálisis que aquejó a nuestra dirigencia se debió a la debilidad ambiental que tiene la industria celulósica papelera nacional. Se prefirió el silencio antes de admitir su situación e intentar salvar el futuro del sector.

Nos pasamos organizando conferencias y reuniones para convencernos nosotros mismos de que hacíamos las cosas bien. Se gastó mucho dinero y no sirvió. Los dirigentes y los referentes actuamos sin convicción. Los dirigentes se escudaron para justificar su inacción o acciones Light en que se había politizado el tema. Sí, fue así, pero aprendamos que el desarrollo de un sector también se hace haciendo política o negociando con las fuerzas políticas.

La ACAG lo entendió bien y descubrieron el inmenso poder de fuego que se adquiere cuando las autoridades políticas se sienten amenazadas por la desconfianza. Ellos, una minoría muy reducida, de preferencias intensas, consiguieron proyectarse y definir los parámetros básicos del conflicto, y convertirlo en internacional. Contó para eso con redes densas de vínculos locales, experiencia participativa, autoconfianza, conocimiento de los múltiples medios de acceso a las esferas públicas oficiales y a los medios de comunicación.

Cuál es nuestro futuro después de esta crisis

Esto es lo que debemos poner en discusión. Mientras los países vecinos se ubicaron como jugadores de clase internacional, nosotros seguimos estancados en una política de reposición de forestaciones. Nos resulta imposible lograr inversiones de magnitud frente a una oportunidad única de desarrollo del sector. Importamos más de US$ 800 millones de papel y no podemos ralear económicamente nuestros bosques. ¿La política nos condena? Yo creo que no. El complejo sojero, la cadena de valor del pollo, etc., nos muestran que hubo oportunidades de desarrollo durante estos años. Los que no estuvimos a la altura de las circunstancias fuimos nosotros.

Analizamos la crisis de Botnia con la lógica de un Ingeniero o de un Abogado; no se tomó en cuenta seriamente a los movimientos sociales de nuestro país ni a otros actores económico-políticos.

Cuando se deba hacer un diagnóstico sobre los motivos de este conflicto o los que puedan venir, deberán fundarse en una auténtica perspectiva multidisciplinaria. Si en el futuro se planifican nuevas industriales, es necesario realizar pronósticos de posibles conflictos y análisis de riesgos con particular minuciosidad. El mejor control de riesgos y conflictos es el que es el que se anticipa a las diferencias de intereses. Hay que prepararse para discusiones abiertas donde estén representados todos los protagonistas.

Este conflicto nos ha retrasado en el desarrollo del sector. Pero me pregunto ¿cuál es el destino, ser un jugador internacional de 3 millones de hectáreas y US$ 5.500 millones de dólares de exportaciones, después de haber desarrollado empresas nacionales financiadas con fondos de la ANSES o un grupo de forestadores e industriales que ganamos buen dinero vendiendo mitad en blanco y mitad en negro pallets y machimbre para el mercado nacional?

¿Qué les queda para los profesionales jóvenes? Seguir trabajando para empresas con poca o nula capacidad de innovación, para Estados con sus administraciones forestales debilitadas, a su vez sintiendo que están cuestionados por una parte de la sociedad, inhibidos en su capacidad de aprender y emprender?

¿Será que su destino es emigrar a las empresas de los países vecinos donde se necesita de su entrenamiento y que se puedan desarrollar profesionalmente como está ocurriendo en este momento?

Señores, si los dirigentes y referentes no volvemos a hacer política sectorial con mayúscula nuestro destino es la mediocridad. Hagamos buen desarrollo tecnológico, pero también hagamos política, porque sólo con buena tecnología no vamos a llevar al sector al grado de desarrollo que algunos aspiramos.

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