Todo Madera presenta a continuación fragmentos de un extenso artículo periodístico escrito en la revista española Aitim por el arquitecto cubano Ramón Cotarelo Crego. El profesional cubano se graduó en 1975 en la Universidad de La Habana y lleva más de 40 años dedicado al estudio, divulgación y rescate del patrimonio cultural. Reside desde 2000 de manera estable en Italia, donde ejerce la docencia.
Carpintería de taller
Puertas de entrada
Las puertas de entrada, lógicamente de mayor tamaño que las interiores, eran normalmente de dos hojas o batientes iguales “… del tipo conocido por clavadizas 25 o a la española (../..) formadas por dos largueros (verticales) y varios peinazos (horizontales), a manera de bastidor en el cual se afianzaban por medio de grandes clavos dos o tres tablas longitudinales en cada hoja; los clavos, de hierro forjado y dispuestos simétricamente (../..) según la elaboración o esmero de la obra de carpintería, las juntas de las tablas entre sí y con los largueros y peinazos se cubrían interiormente con molduras (tapajuntas) lisas o con pequeñas tallas”.
Puertas de interior
En los aposentos de menor importancia se usaban también las puertas clavadizas pero en los principales la puerta adquiría otro nombre al cambiar de expresión.
La puerta de “cuarterones”, de origen castellano, era una estructura de “… largueros y peinazos que formaban compartimentos rectangulares, con la diferencia de que, en este caso, los maderos se ranuraban para insertar en ellos sendos tableros moldurados, en forma de rectángulos, rombos o triángulos, que en algunos casos tardíos, llegan a ser figuras, como cruces, cuadrifolios y rosetones”.
La puerta llamada a la española se empleó de forma continuada desde los primeros siglos de la colonia hasta bien entrado el siglo XIX, quedando mayoritariamente reservada a los grandes portones o portadas principales de edificios y mansiones aprovechando su gran solidez, producto de su estructura entramada, formada por un “… bastidor compuesto por dos largueros o palos escuadrados que se disponen verticalmente en los extremos de la hoja desde la base hasta la parte alta de la misma, y cuatro o cinco peinazos, maderos travesaños de la misma escuadría de los largueros, ensamblados a los mismos y dispuestos a escuadra respecto a ellos. Sobre esta armazón se clavan dos o tres tablas por cada hoja, tablas que dan el largo total de la puerta y cuya anchura en un mismo ejemplar puede ser igual o desigual. En la unión de estas tablas se coloca en la cara interna de la hoja un listón de poco ancho que, adaptándose a rebajos hechos en los peinazos, tapa las rendijas que quedan entre las tablas. Éstas suelen sujetarse a los peinazos por dos clavos, uno en la proximidad de cada extremo de las partes que coinciden con los mismos; la parte de la tabla que se adapta al larguero tiene otro clavo entre los de las series que coinciden con los peinazos. Estos clavos son de hierro forjado y cabeza medianamente grande, sirviendo al mismo tiempo de decoración de la puerta; la espiga de estos clavos en algunos ejemplares rebasa los largueros y peinazos y su punta se tuerce y embute en la madera, sin ocultarla. En conjunto la armazón queda reforzada por las tablas y estas encuentran en aquella un soporte firme al que se enlazan, formando un todo de resistencia organizada…”
El otro tipo de puerta mayoritariamente empleada es la llamada de “cuarterones” que presenta una estructura distinta a la “española” salvo en el bastidor, donde se encajan los tableros que son “… lisos en su cara interna y por la externa tienen su cuerpo que aumenta en grosor desde los extremos por medio de un declive ascendente que se inicia en el borde de la parte ensamblada y se continua por espacio de un centímetro y medio a tres centímetros. A esta distancia del cuarterón perfilado por los largueros y peinazos, se acentúa el relieve del tablero por medio de un simple abiselado o de un resalte en ángulo recto con arista abiselada o de un cuarto de bocel flanqueado por un escalón en ángulo recto en cada costado, hasta alcanzar ordinariamente el nivel de los largueros y peinazos en la cara externa de la puerta…”.
Ventanas
Los cierres de los espacios destinados a las ventanas tenían en el siglo XVII se basaban en la hoja vidriada, una contraventana exterior ciega (más tarde vendrán las de persiana de librillo) con una factura similar a las hojas de puerta (peinazos) y hacia el interior contraventanas (cuando la hoja dispone de un cerco propio) o fraileros (cuando la hoja se fija al bastidor de la ventana).
Durante el tiempo de la colonia se emplea también la celosía como sistema de ventilación moderada, especialmente en los huecos que dan a los patios.
Rejas
En las rejas la madera de diversas especies es al principio el único material utilizado. Las rejas, colocadas en espacios interiores, principalmente en los que da a patios, se insertan al ras de muros mientras que en fachada aparecen voladas o saledizas, es decir, proyectadas con forma circular o cuadrada al exterior, hasta tal punto de estorbar o interrumpir el normal flujo de transeúntes y vehículos. Su estructura es la clásica en carpintería, a partir de un marco de peinazos y largueros, dividido en secciones o entrepaños y cuajado de barrote de madera torneados.
Estas rejas se protegen superiormente con tejadillo.
Escaleras
Escaleras y barandas, se suman al repertorio de elementos lígneos aprovechando las magníficas maderas cubanas con un acabado “amueblante” que permiten maderas como la caoba.
Balcones
Aparecen los primeros balcones que llegarán a su máximo apogeo en el siglo XVIII “…cuando la arquitectura cubana perfecciona los tipos heredados y adquiere rango de arte metropolitano, algunas de cuyas obras resisten comparación con los mejores de otros dominios españoles de América. En este proceso, la arquitectura del siglo XVIII, aunque matizada por el barroco, mantuvo su independencia, prefiriendo a la imitación de las formas plásticas foráneas la expresión funcional, obtenida a través de los elementos dictados por las condiciones ambientales del país y el empleo amplio y sistemático de los materiales locales, especialmente la madera…”.
El volumen del balcón se proyectaba del plano de los muros y se sostenía sobre elementos de madera volados -llamados canes como en España- empotrados en la obra de fábrica, y en el caso menos frecuente de estructuras de madera, conectados a la trama del forjado correspondiente. En muchos casos, para lograr mayor vuelo del balcón se recurría a canes superpuestos, con proyección sucesiva, modificando más tarde sus secciones como parte del “…proceso de adelgazamiento y mayor esbeltez que se nota en los balconajes evolucionados -que- parece ser común a todo el maderamen del siglo XVII…”
De los balcones individuales, al balcón corrido siendo elemento imprescindible en los salones de los edificios más ornamentados pues se había “…aprendido a tallar y tornear la madera, estos balcones voladizos hacen “pendant” (balancín) con los individuales del entresuelo, al apoyarse sobre las grandes vigas del piso bajo cuyas terminaciones se tallan en forma de mensulones…”
El balcón cubano parece tener más relación con los “… abundantes balconajes de madera de las islas canarias y diversos países de América del Sur…” que con los peninsulares.
Aspecto principal de la conservación es el remate del tejadillo en el balcón, que protege las maderas de las inclemencias del tiempo.
Barrotes y balaustres
Otro elemento carpintería que encontró material ideal en las finas maderas cubanas fue el barrote o balaustre, desde los más sencillos a los más elaborados o delicadamente torneados. Se utilizaron tanto en las barandas de las galerías alrededor de los patios, como en los barandajes de balcones y escaleras. También en las rejas, enteramente de madera, como ya se ha dicho, hasta que fueron sustituidas en los edificios representativos, por el hierro. Esto ocurría a finales del siglo XVIII, y hasta el siglo XIX se emplearon de forma extensiva en las más diversas tipologías constructivas y arquitectónicas.
En los balcones, el balaustre llego a su máximo esplendor en el siglo XVIII pero al ser elemento de exterior, sufre los efectos del intemperismo, por lo que muchos han desaparecido y otros han sido sustancialmente modificados en sucesivas reparaciones, aunque se conservan testimonios gráficos para poder conocer sus características formales y evolución.
Otros elementos de carpintería
Con las apreciadas maderas cubanas no solo se conforman los batientes de puertas y ventanas, también gruesas piezas lígneas se utilizaron como dinteles, empotrados en los muros para estructuralmente dar mayor luz a los vanos de los huecos, alcanzando en ocasiones dimensiones considerables teniendo en cuenta la luz y la carga superior. Frecuentemente los derrames laterales de los vanos en todo el espesor del muro, se recubrían también con forros de madera.
Retablos
Se transformaron en las manos de diestros tallistas en maravillosos retablos para las iglesias y en cómodos y resistentes muebles con que enriquecer los espacios de la rica arquitectura. Es comenzaba a consolidarse y a incorporar a finales del siglo XVIII las primeras persianas y lucetas con cristales de colores, elementos estrechamente ligados al uso de las maderas tan característicos y propios de la carpintería cubana
Fuente y fotos: Gentileza Aitim número 310.