El próximo 7 de julio se conmemora el Día de la Conservación del Suelo

(Buenos Aires, 22 de Junio de 2012). En homenaje a un pionero de la lucha contra la erosión se conmemora el 7 de Julio el “Día Nacional de la Conservación del Suelo”. A través de los permanentes avances tecnológicos y culturales, se persigue sobre todo en los últimos años un mejor tratamiento de este vital recurso que muestra ostensibles señales de degradación en muchas zonas de nuestro país.

Este día fue establecido en 1963 por decreto de la Presidencia de la Nación en memoria del Dr. Hugh Hammond Bennet. El Dr. Bennet fue un investigador estadounidense que trabajó constantemente en busca de la preservación de la integridad del recurso natural suelo, cuya importancia es vital para la producción agropecuaria.

A pesar de que el deterioro de la superficie terrestre constituye una problemática cuyos efectos afectan de forma negativa a todo el medio ambiente, es en el ámbito de la agricultura donde se centra buena parte de los esfuerzos para evitar esta degradación. Las malas prácticas agrícolas son las responsables de una sobreexplotación de los terrenos, que deja el suelo en unas condiciones que lo hacen más susceptible y vulnerable a la erosión. En este sentido, una de las aportaciones de Bennett fue la creación del Servicio Nacional de Conservación del Suelo del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, que permitió trabajar para la conservación del suelo a nivel nacional.

Actualmente, la introducción de técnicas de agricultura de conservación supone una alternativa más respetuosa con el medio ambiente. La expansión de estas prácticas en América del Norte, Australia y América del Sur se ha debido al desarrollo de mejoras técnicas, así como a una mayor concienciación medioambiental y a la aparición de una legislación específica sobre esta cuestión.

Situación Mundial de la Degradación de los Suelos

Desde 1972, la principal fuerza motriz conducente a la presión sobre los recursos de tierras ha sido la creciente producción de alimentos. Hace 10 años atrás ya se necesitaban alimentos para unas 2.220 millones de personas más que en 1972. La tendencia que se mantuvo durante el decenio de 1985 a 1995 demostró que el crecimiento demográfico aventajó a la producción alimentaria en muchas partes del mundo. Mientras que la irrigación ha hecho importantes contribuciones a la producción agrícola, los sistemas de irrigación deficientes pueden causar anegamiento, salinización y alcalinización de los suelos.

Según se estima, en el decenio de los ochenta se abandonaban cerca de 10 millones de hectáreas de tierra irrigadas por año. Entre las actividades humanas que contribuyen a la degradación de las tierras figuran: el uso inadecuado de tierras agrícolas, prácticas de gestión deficientes de suelos y aguas, deforestación, eliminación de la vegetación natural, uso frecuente de maquinaria pesada, pastoreo excesivo, rotación inadecuada de cultivos y prácticas de irrigación deficientes.

En 1992 la Cumbre de la Tierra dio un paso adelante al brindar atención a los problemas relacionados con los recursos de tierras. Las necesidades nacionales vinculadas en algunos momentos con el Programa 21 han constituido la base de las políticas relativas a los recursos de tierras, mientras que se reiteró la importancia de las cuestiones relativas a las tierras en el examen que se preparó para la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, donde se determina que las amenazas para la seguridad alimentaria mundial futura derivarán de los problemas inherentes a los recursos de tierras.

Según un informe de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, en Argentina el 75 por ciento del territorio esta sujeto a procesos erosivos causados por las actividades agrícolas-ganaderas y forestales. La desertificación es el resultado de fenómenos naturales y de acciones antrópicas que pueden agruparse en tres grandes categorías: la deforestación, el uso desequilibrado del suelo y el mal uso de la mecanización. A medida que aumenta la degradación de las tierras, también se degrada la calidad de vida de quienes la habitan sumiéndolos en la pobreza. La desertificación se expande tan rápidamente que muchas veces la población, en su intento por sobrevivir intensifica la explotación de los recursos naturales o emigra en forma masiva a áreas más densamente pobladas, los que generalmente terminan asentándose, en la periferia de las grandes ciudades, con los costos sociales que ello trae aparejado.

La lucha contra la desertificación es un proceso lento, en la cual se deben priorizar los
mecanismos técnicos y financieros necesarios para revertir la tendencia de avance de la misma, para lo cual es impostergable la cooperación mutua entre los gobiernos provinciales, los institutos de investigación, los productores agrícolas- ganaderos, forestales, organizaciones no gubernamentales y a las personas directamente afectadas.

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