Organizaciones juveniles convocan a celebrar la “Semana del Árbol”

(Buenos Aires, 16 de Agosto de 2012). “Cada vez son más los factores y actitudes cotidianas que colaboran, día a día, con el deterioro ambiental global. El Cambio Climático es una realidad científicamente corroborada, y ya por todos perceptible. Siglos de evolución respaldados sólo en el progreso económico y material como objetivo primordial, han relegado un desarrollo verdadero e integral, que contemple el profundo valor de la naturaleza, y su condición de rectora y generadora de vida”, asegura una red de organizaciones juveniles presente en más de 30 países.

Se trata del Movimiento Agua y Juventud, abocada a la construcción de un nuevo conciencia socio-ambiental, que ayude a reestablecer el vínculo del hombre con su entorno. Para ello, trabaja en diferentes proyectos que van desde las acciones concretas (llevando agua a comunidades rurales) hasta simbólicas (trabajando en la sensibilización ambiental de la población en su conjunto). Con el apoyo de UNICEF Argentina, el Capítulo Argentino del Club de Roma y la Federación Argentina de Municipios, y el acompañamiento de más de 40 organizaciones e instituciones de la sociedad civil, el Movimiento coordina y propone a la comunidad en su conjunta, la creación y celebración de la Semana del Árbol, como un espacio de acercamiento y reconexión del hombre con la naturaleza. Creemos que sólo a través de esa reconexión esencial, será posible plantear un futuro verdaderamente ético y sostenible.

La Semana del Árbol se fundamenta en “la necesidad de plantearnos estrategias para modificar las acciones y pautas de conducta que nos han llevado a la crítica situación actual, es imperiosa. Entre éstas estrategias, la que promueve la protección y ampliación de la cobertura arbórea, se presenta como esencial”, difundió la red en su página oficial (http://www.semanadelarbol.org).

El objetivo de la Semana del Árbol es reestablecer el vínculo del hombre con su entorno; promover, nuevamente, el reencuentro profundo de la esencia con la de la tierra. “Sólo recorriendo este camino, podremos entender la necesidad y el deber ético de cuidar nuestro ambiente, y toda la vida que lo atraviesa. El árbol, símbolo de unicidad de la vida natural, representa la conexión entre el cielo y la tierra. Entro lo visible y lo oculto. Lo perenne y lo efímero”, señaló la red.

Comunicado del Movimiento Agua y Juventud:

Hoy, de los factores que inciden primordialmente en las emisiones de CO2 (principal gas de efecto invernadero), la deforestación ocupa el penoso segundo lugar, representando un 18% del total de emisiones de Gases de Efecto Invernadero.

Aún a sabiendas de esta situación, la superficie forestal en el planeta disminuye en forma alarmante como consecuencia de la actitud irresponsable del hombre, afectando no sólo su propia calidad de vida, sino también condenando a la extinción a miles de especies, y rompiendo el equilibrio de numerosos ecosistemas.

Ante esta situación, la ampliación de la cobertura arbórea se presenta no sólo como una responsabilidad moral de quienes tenemos la obligación de cuidar el equilibrio natural, sino también como una herramienta eficaz para combatir el principal desafío de la comunidad global de hoy: el Cambio Climático.

Así, una de las formas más efectivas con las que podemos mitigar los efectos de las emisiones de Gases Efecto Invernadero, es a través del aumento de la cantidad de árboles plantados, los cuales, además, pueden contribuir a la seguridad alimentaria, a mejorar la calidad del agua y del aire y a proteger el suelo. Además -y es necesario contemplarlo- de embellecer nuestros paisajes cotidianos y ayudarnos a restablecer el vínculo con lo esencial de la vida natural: mejorando la calidad de vida y el ánimo de nuestros habitantes.

No obstante, y pese a los desafíos presente, hoy se observa también una conciencia distinta del ser humano respecto a su entorno. La problemática ambiental se está convirtiendo, de a poco, en un tema en la agenda política gracias a las evidencias de deterioro junto a la maduración de la sociedad en su conjunto.

Sin embargo, el grado de conciencia alcanzado se respalda menos en una conciencia ética sobre nuestro deber de respetar el mundo y la vida que nos rodea y nos cobija, que en las evidencias de un conocimiento cabal del impacto negativo de nuestras acciones. Es una valiosa aproximación racional al problema, pero que aún no está interiorizada en su esencia. Para ello, es necesario restablecer el vínculo profundo entre el hombre y su entorno.

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