Esta reflexión sobre una cultura de la producción industrial es obra de Paolo I.G. Bergomi*. Profesional del diseño, es presidente de la Asociación Latinoamericana de Diseño (ALADI).
Solamente mediante un proyecto global, programado y duradero, en el cual participen y sean considerados todos los componentes necesarios a la formación de una cultura de la producción podremos obtener resultados válidos.
Resultados con retorno prácticamente inmediato al medio social de sustento, generando un proceso de retroalimentación gratificante y motivantes de nuevas participaciones e iniciativas.
Cultura en común
Consideramos que la cultura de la producción industrial es la única cultura que tenemos en común entre las naciones.
Resulta, entonces, coherente concluir que aun respetando las características zonales (étnicas, culturales, económicas, geográficas), los ejemplos de crecimiento basados en la cultura de la producción son suficientemente significativos como para ser analizados.
Y pasibles de ser adaptados a la realidad del país, garantizando de esta forma la característica autónoma al proyecto.
Para desarrollar un programa con estas características es condición sine qua non adoptar como punto de partida la dupla diseñador–productor.
Ellos definen las bases dinámicas del programa en una actitud pragmática de interacción simultánea y sinérgica.
La fabricación de nuevos productos genera resultados destacados, pero a la vez necesarios, de esta iniciativa: incorporación de diseño, tecnología, incremento de puestos de trabajo, mejoramiento de las condiciones laborales, renovación de inversiones productivas, optimización del nivel de vida, respeto por las condiciones ecológicas y energéticas.
Considerando este perfil, que para algunos puede parecer novedoso para nuestra realidad cultural, deberá adoptarse un sustento de formación a efectos de garantizar la necesaria toma de conciencia.
Formación
A la formación competen:
– la creación y afirmación de las nuevas figuras profesionales y empresariales necesarias para el crecimiento económico;
– aumento del nivel cultural;
– aumento de la calidad de vida;
– y el desarrollo de potencialidades ya presentes, en armonía con las tradiciones culturales y las capacidades profesionales y empresariales locales.
Universidades y entidades empresarias se constituyen en el imprescindible tejido de soporte y apoyo, en tanto formadoras del diseñador y del productor, con sus centros de investigación, capacitación y difusión.
Inversión limitada
En todo análisis debemos considerar al sector industrial, especialmente la pequeña y media empresa.
Está caracterizada por una tradición industrial no culturalmente definida, con una preparación empresarial ajustada a su propia realidad (la propia empresa).
Además, un limitado -si bien no deseado- nivel de inversiones en lo productivo, poco consistente en los sectores de la formación y una fuerte dependencia de factores externos.
Este perfil responde en gran parte a la responsabilidad propia del empresariado que no ha sabido asumir el rol participativo que le corresponde en toda sociedad moderna.
A saber, el concepto de participación social de la empresa como factor imprescindible del progreso en su concepto más amplio.
Y su escasa integración y pertenencia a las organizaciones de promoción y defensa de los intereses comunes.
El Estado
Por otra parte, ha existido y persiste una estructura de Estado que solamente ve en la industria a un pagador de impuestos y obligaciones.
Y hay falta de reconocimiento por prácticamente todos los estamentos sociales, indiferentes y hasta hostiles a la imagen de la producción y el proceso creativo.
Tampoco se reconoce el esfuerzo del trabajo y su gratificante compensación. Es resultante de un esquema filosófico, religioso y político anacrónico, superado por una realidad cambiante, agresiva y por cierto desafiante.
La parte correspondiente al rol de la universidad merece un exhaustivo análisis, con reconocimiento a paridad de valores de la contraparte productiva.
Se le concede participación en los estudios de adecuación y evolución de las matrículas conforme a los requerimientos específicos del mercado, desarrollo de programas conjuntos, convenios de cooperación y mejoramiento de la dinámica de comunicación.
Se asegura, de esta forma, su real y efectiva inserción en el medio.
Lo enunciado no es limitativo ni excluyente y sí abierto al enriquecimiento con los aportes conceptuales adecuados al proyecto.
* Paolo I.G. Bergomi, profesional del diseño y presidente de la Asociación Latinoamericana de Diseño (ALADI)-CEPRODI.
Fotos: Gentileza Paolo Bergomi.